Idioma-grey

«Cuando alguien decide entregar un país a aquellos que quieren destruirlo, eso tiene un nombre. Pero cuando alguien se convierte en cómplice, asume las tesis de los que lo quieren destruir y hasta aspira a dirigirles, eso en la historia se llama de otra manera. Lo primero es deslealtad, lo segundo se llama traición, y es en lo que estamos¨, ha señalado José María Aznar en la entrevista concedida al diario El debate.

Desde que los votos del PSC hicieron posible la inesperada victoria de Zapatero en el reñido congreso socialista del año 2000, el PSOE asumió una línea estratégica que supedita sus fundamentos ideológicos a la conveniencia electoral. Convencidos de su incapacidad para construir por sí mismos las mayorías necesarias para alcanzar el Gobierno de la Nación, fían al acuerdo con las fuerzas separatistas todas sus opciones.

¿Mapa o brújula? Tal vez ni siquiera los dos juntos servirán para orientarse en las tempestuosas aguas de la política venezolana, alteradas una vez más, y en esta ocasión por las elecciones anunciadas para el 28 de julio y que, según todos los pronósticos pondrá a sentarse en el sillón de Miraflores a la misma persona por seis años más: Nicolás Maduro. Hay varios factores que permiten llegar a esa conclusión: los principales partidos de oposición han sido intervenidos e inhabilitados los dirigentes de oposición que podrían derrotar a Maduro; el Consejo Nacional Electoral está controlado por el gobierno y por lo tanto se pone en duda su imparcialidad y, en tercer lugar, la presión internacional, aunque tiene contundencia declarativa, en la práctica no va a poder impedir la reelección de Maduro.

Veinte años después de la masacre todavía podemos lamentar que lo polémico prime sobre lo institucional; el espíritu de división sobre la concordia; la manipulación mendaz sobre la crítica rigurosa. A esa conclusión llegamos tras semanas de ‘calentamiento’ en ciertas terminales mediáticas de la izquierda. 

La masacre de marzo de 2004 tensionó al máximo nuestra convivencia democrática. 193 personas murieron brutalmente asesinadas y más de mil quinientas resultaron heridas. Todas ellas deben ocupar un lugar central en cualquier reflexión que aspire a deducir de esa enorme tragedia alguna lección. La primera, para nosotros, es que las víctimas no deben ser olvidadas.